La colección de carteles taurinos de la Biblioteca Digital cuenta con más de mil doscientos carteles, que forman parte de los fondos de la Biblioteca Regional de Madrid, donde se pueden encontrar carteles taurinos de 1775 hasta nuestros días. Se trata de una colección viva que año tras año va aumentado su número de ejemplares.
La historia conocida del cartel en España comienza en 1737, precisamente con un cartel taurino que ese año anuncia dos corridas de toros en Madrid —un ejemplar de este anuncio se ha conservado en el Archivo de la Villa de Madrid—. En la actualidad, el cartel taurino es apreciado tanto por los aficionados a la tauromaquia como por todos aquellos que encuentran en él una fuente de información sobre acontecimientos políticos y costumbres sociales. Con cierta frecuencia se trata además de importantes manifestaciones artísticas.
Siguiendo la tipología propuesta por Rafael Cabrera Bonet (Orígenes y evolución del cartel taurino, 2010) y simplificando la gran variedad de manifestaciones que han llegado hasta nuestros días, se puede considerar que los carteles taurinos, desde sus orígenes en el siglo XVIII hasta las primeras décadas del siglo XX, han pasado por tres fases esenciales: el cartel antiguo, el cartel romántico o isabelino y el cartel moderno.
Según describe Cabrera Bonet, una de las manifestaciones más importantes del cartel antiguo es la denominada ‘modelo primitivo madrileño’. Se trata de carteles exclusivamente tipográficos, de formato apaisado y de pequeño tamaño. Por toda decoración presentan elegantes orlas tipográficas, pero carecen de viñetas decorativas. Este tipo de cartel se dará en Madrid desde los primeros ejemplos conservados hasta los comienzos del reinado de Isabel II.
En la cabecera y con grandes mayúsculas, estos carteles suelen hacer referencia al monarca o a las autoridades locales que autorizan la celebración del festejo, mientras que en el resto del anuncio aparecen mencionados, en una secuencia casi fija, la fecha y el número de orden del festejo, la persona que ocupará la presidencia, los ganaderos, los caballeros en plaza y los lidiadores de a pie que intervendrán en la corrida. La parte final del aviso quedaba reservada para incluir las advertencias y prohibiciones al público asistente, el horario del festejo y otros detalles opcionales como el pie de imprenta.
El ejemplo más antiguo de este tipo de carteles conservado en la Biblioteca Regional de Madrid es el anuncio de una corrida de toros a celebrar el 17 de julio de 1775 en la ‘plaza extramuros de la Puerta de Alcalá’.
Cartel de una corrida de toros el 17 de julio de 1775 en la plaza extramuros de la Puerta de Alcalá (31 x 43 cm)
Este segundo tipo de anuncio taurino comienza a imponerse a lo largo de las décadas tercera y cuarta del siglo XIX y se mantiene en boga durante medio siglo, es decir, hasta principios de los años 80. Si bien en un primer momento el cartel isabelino sigue teniendo un formato apaisado, su tamaño se hace más grande y pronto empiezan a predominar los diseños verticales. Las orlas persisten y se hacen más anchas y complejas, mostrando adornos de motivos muy diversos: vegetales, góticos, neoclásicos o, incluso, elementos figurativos con alusiones al festejo taurino.
Es en este momento cuando, con cierta regularidad, hacen su presencia las ilustraciones con escenas taurinas, sobre todo en la parte superior o inferior del cartel. Otro cambio importante es la cabecera del cartel, en donde, en grandes letras, se imponen textos como ‘plaza de toros’, ‘toros de muerte’ o simplemente ‘toros’. Este cambio forma parte de una marcada tendencia hacia la reducción y esquematización del texto. Una excepción en este sentido suelen ser los carteles de novilladas, que de forma prolija anuncian todos los detalles del espectáculo.
Detalle de la cabecera del cartel anunciador de la décima media corrida de toros del 29 de junio de 1843 (66 x 49 cm)
También es en estos años cuando tienen lugar innovaciones como la utilización de papeles de colores como soporte (amarillo, verde, azul, rosa pálido...) y la multiplicación del cartel en diferentes formatos. Aparecen, claramente diferenciados, los carteles murales, de dimensiones cada vez más grandes, y los anuncios de menor tamaño, como los denominados ‘de banderilla’ y ‘de mano’. En concreto, en Madrid se empiezan a ver carteles de mano a partir de la década de los años 50. Se trata de anuncios de pequeño tamaño ?algo más de 30 x 20 cm? sin más adorno que el papel de color sobre el que se imprimen y, en su caso, la presencia de una sencilla orla enmarcando el texto.
Un caso singular dentro de los carteles del periodo romántico lo constituyen los denominados ‘carteles circulares madrileños’ que, en palabras de Cabrera Bonet, suponen la ‘máxima expresión de la orla’. Se trata de carteles murales en los que la orla es, en realidad, una representación de la plaza de toros vista desde el aire, con sus tendidos, gradas y palcos repletos de espectadores y con algún que otro lidiador junto a la barrera. El texto, que pierde protagonismo, aparece distribuido en el espacio correspondiente a la arena de la plaza. Por lo que se sabe, este modelo de cartel se utilizó en Madrid para anunciar diversas corridas y novilladas durante el año 1856 y, de forma esporádica, volvió a ser empleado hasta el año 1872. La Biblioteca Regional conserva entre sus fondos uno de estos singulares carteles, en concreto, el correspondiente a la segunda media corrida de toros celebrada el lunes 31 de marzo de 1856.
Cartel anunciador de la segunda media corrida de toros del 31 de marzo de 1856 (114 x 90 cm)
Alrededor del año 1880 y, de forma más evidente, a partir de la siguiente década, empiezan a aparecer manifestaciones de lo que se considera como ‘cartel moderno’. En estos nuevos avisos confluyen varios aspectos novedosos entre los que destacan una presencia cada vez mayor de la imagen y del color.
El papel de la imagen se verá favorecido por los desarrollos fotomecánicos y es a partir de estos años cuando comienzan a verse con cierta frecuencia los retratos de los toreros más famosos, utilizados como reclamo para que el público acuda a la fiesta. En cuanto al color, ya no solo se recurre a los soportes teñidos (papel, seda...), sino que comienzan a verse anuncios impresos a dos o más tintas. No obstante, la auténtica explosión del color llegará, por estas mismas fechas, con el desarrollo de la cromolitografía.
Esta conjunción de elementos otorgará al artista diseñador una mayor libertad en la composición de la imagen del cartel, dando lugar a un tipo de anuncio muy atractivo conocido como ‘cartel integral’. Según Cabrera Bonet se trata de ‘carteles totalmente ilustrados’ en los que aparece el fenómeno de la asimetría y el centro de la atención lo fija la ilustración, con frecuencia lograda mediante la multiplicación de viñetas. El texto, por su parte, irá normalmente incluido en espacios reservados a tal fin, tales como cartelas, banderolas o fondos con tintas planas.
A juzgar por los ejemplares conservados en la Biblioteca Regional, en el caso de los carteles madrileños todos estos fenómenos se hacen esperar hasta los años 90 del siglo XIX. De esta década y de principios del siglo XX destacan los carteles de las corridas de Beneficencia, muchos de ellos impresos sobre seda y firmados por importantes ilustradores.
Cartel de la Corrida extraordinaria de Beneficencia de 1902, obra de Daniel Perea (54 x 35 cm)
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